Breve historia clínica.
Desde que en el año 1994, que fue cuando comencé a percibir mis primeros síntomas de una cierta dificultad muscular al andar, pasando por el muy preocupante diagnóstico de "polineuritis axonal motora" de 1996, luego, al deshaucio por parte del neurólogo que me atendía en el año 2002, siguiendo por mi posterior decisión de intentar un tratamiento propio, para mis ya casi paralizadas piernas en el año 2003, hasta el día de hoy, 25 de Enero de 2010, se han sucedido tantos hechos en la evolución de mi enfermedad, que intentaré ir relatándolos en este blog de la manera más sencilla y amena, con la esperanza de que alguien al leerlo, pueda aportar nuevas ideas, a mi lucha de tantos años contra una situación, que me resisto firmemente aceptar: reconocer que he sido vencido.
Lo que nunca pude imaginar cuando finalicé mi carrera universitaria en la Facultad de Veterinaria en Montevideo- Uruguay, es que los muy buenos fundamentos clínicos que allí aprendí, no solo me servirían para ser luego un veterinario especialista en caballos, si no que también, lo serían posteriormente, para permitirme poder aplicarlos en mi propio cuerpo.
Cuando conocí el primer diagnóstico de la polineuritis en 1996, supe ya en ese mismo momento, que se trataba de una enfermedad progresiva e incurable. Por eso, no puede sorprender, si digo que tuve unos momentos de evidente depresión, porque a esta nueva situación, se agregaba la otra patología, que yo ya estaba padeciendo y que la había adquirido como consecuencia de la práctica clínica de mi profesión de veterinario: una lesión en mis vértebras lumbares.
La lesión de las vértebras lumbares, apareció muchos años antes(1980) que la polineuritis y fue la causa que me obligó a tener que cesar en mis actividades profesionales(1990), por la sencilla razón de que yo ya no podía realizar con la confianza debida, las maniobras más elementales en el manejo de mis pacientes, porque al tratarse de caballos, animales que perciben muy rápidamente cualquier temor que pueda tener la persona que se les acerque a tocarlos, reaccionan poniéndose de inmediato nerviosos y pueden realizar movimientos imprevistos.
El temor mío a un agravamiento de la lesión de mi columna, se lo estaba transmitiendo al caballo, lo que dificultaba el poder explorarlo convenientemente y si no podía hacerlo, no podía diagnosticar y sin diagnóstico, no hay tratamiento y sin tratamiento, no se pueden solucionar las lesiones que pudieran haber, por lo tanto, no podía seguir ejerciendo como veterinario.
Una vez retirado del ejercicio de mi profesión, continué en otras actividades completamente distintas, donde no necesitaba hacer esfuerzos físicos que pudieran agravar la maltrecha columna.
El médico traumatólogo que me atendía por las lesiones vertebrales y que había sido el que solicitó la primera electromiografía ante mis comentarios de la dificultad al caminar, que estaba apreciando en esos días, en cuanto leyó el diagnóstico neurológico que surgió después de la electromiografía(desagradable experiencia médica, por lo dolorosa que resulta) puso cara de circunstancias al tener que decir algo muy importante y lo hizo con total claridad: yo estaba desde esos momentos, destinado a terminar mi vida postrado en una cama, dado que la polineuritis no tenía tratamiento, porque, era progresiva e incurable.
Los meses posteriores a esa visita médica, fueron desde el punto de vista sicológico, muy difíciles para mi, por cuanto podía apreciar diariamente, que el esfuerzo que tenía que realizar para simplemente moverme dentro de mi propia casa y fuera de ella, iban en un lento pero progresivo aumento.
En Mayo de 1999, el neurólogo que me estaba atendiendo, ante la imposibilidad de conseguir aunque fuera ralentizar la progresión de la polineuritis, que estaba en esas fechas, ya avanzando rápidamente en los músculos de mis piernas, me pidió que fuera a ver en consulta, a uno de los especialistas de Neurología del Hospital Clínico de Barcelona, para así tener una opinión cualificada que confirmara o no, si el diagnóstico que yo tenía en esos momentos por parte de él, era correcto. Llevé todas las electromiografías que tenía hasta esos días. El doctor, me escuchó, leyó los resultados de las pruebas presentadas y luego de un rápido examen físico para comprobar todos los reflejos de brazos, manos y piernas, llegó a la conclusión de que mi diagnóstico y pronóstico que ya tenía, eran correctos, lo refrendaba totalmente.
El resultado de la visita era inapelable: estaba deshauciado.